MUNDIAL SUDAFRICA 2010

EL CAMINO AL MUNDIAL
Argentina - 1era fase

El 15 de julio cerca de las 13 hs de Sudáfrica, se produce mi arribo a Johanesburgo. Ese día, a esa hora y en ese lugar, comenzaba a vivirse el sueño máximo de alguien que busca trascender dentro de algo tan difícil como es el periodismo. Algo por lo que uno tanto luchó, empezaba a gestarse, a SER realidad a miles y miles de kilómetros de mi tierra, en un lugar casi impensado para una celebración de tamaña magnitud.

Todo había tenido comienzo el 16 de marzo, cerca de las 20 hs, cuando recibí un llamado, en donde me comentaron que había quedado seleccionado -entre los 10 de Argentina- y me esperaban el jueves a primera hora en Torneos, para la primera etapa.

Todo era alegría, pero, no era un “viva la pepa”, había que arreglar ciertas cosas, para poder concursar, por ejemplo, pedir el día de trabajo, algo simple, comprensible, o ¿no?

Lo cierto es que no lo fue. Todo lo contrario a lo que uno esperaba que pase, pasó. Reproches, peros, excusas, todo indicando que no iba a poder participar de mi sueño, pero por suerte uno sabe lo que quiere, y al poner las cosas en la balanza, decide que es lo mejor para uno y pase lo que pase, al concurso se va, y que no se diga mas nada.

Día de trabajo de por medio, con lo que eso significaba a esta altura, el jueves me presento en horario pautado y conozco a los otros 9 participantes. Café de por medio, empezamos a conocernos y contar cada uno parte de “su sueño” que lamentablemente sólo uno iba a cumplir.

Después de dos noches a puro estudio, todo estaba dado. Pasadas las 11 am, nos dirigimos a la cancha de San Lorenzo de Almagro, en Flores, para la ronda de preguntas y respuestas.

Anécdotas de por medio, entrevistas, y demás, sacamos un sobre que nos depara el lugar (posición) en la que participaríamos. Saco el Nº 10, coincidencia, casualidad, señales del más allá, quién sabe, lo cierto es que las frases hechas parecen cumplirse, y no sería la primera vez. “Los últimos serán los primeros”. Cinco, seis preguntas, y quedamos mano a mano la mitad de los participantes. El primero sin errores, todos los demás, con uno. Vale aclarar, que pasaban 4 a la siguiente instancia y que al segundo error, estabas fuera. El primero erra, pero se podía dar ese lujo, los siguientes 2 participantes aciertan y faltábamos dos.

En ese momento ya era personal, o él o yo, no había nadie más, como en una definición por penales, el que acertaba acariciaba la gloria, el otro, volvería a su casa sabiendo que tuvo la definición en sus pies y no pudo. Vino la pregunta para él, yo tenía la respuesta, pero nada podía hacer, un Vavá que saliera de sus labios, me pondría entre la espada y la pared, me dirigiría toda esa presión que él sentía en ese momento, pero ese apellido nunca llegó, y uno en ese momento empieza a suspirar, sabe que pese a todo, puede darse un lujo - mejor no darselo -, el lujo de errar. La pregunta no pasaba al siguiente, sino que una nueva vendría hacia mí. Y valga paradoja, la respuesta la habíamos chequeado entre los participantes, con anterioridad a la ronda del “mata o muere”. ¿Suerte? Siempre se necesita suerte. Nunca hubo un campeón sin suerte, y nunca nadie logra las cosas sin un poco de fortuna, más allá de los méritos, esfuerzos y demás. La suerte estuvo de mi lado, y a veces hay que acompañarla, yo no dudé y tomé su mano.



Hernan D. Quinteros I.

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